– “Domingo de Moisés” –

−7 de marzo de 2021 -

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos Hermanos:

“Destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré”. Esta respuesta de Jesús a los judíos después de la expulsión de los mercaderes del templo de Jerusalén, nos lleva al centro del mensaje de este domingo. Comenzábamos escuchando al Señor que, en el monte Sinaí, promulgaba sus decretos para el Pueblo Elegido por medio de Moisés, el legislador, guía y profeta del Pueblo, elegido por Dios mismo para esa misión única en la Historia de la Salvación.

Por su parte San Pablo, en la segunda lectura del día, nos muestra a Cristo crucificado como culminación del plan salvífico de Dios para con la humanidad, representada en el Pueblo de Israel, que debía convertirse a su vez en mensajero y lugar privilegiado del encuentro de todos los pueblos y, también, en depositario y misionero de esa salvación a la que Dios lo destinaba. Según San Pablo, lo que es considerado escándalo para los judíos y necedad para los griegos es, para los llamados en Cristo, fuerza y sabiduría de Dios (I Corintios 1, 22-25). La clave la encontramos en las primeras palabras de la primera lectura, en la proclamación del Decálogo (Éxodo 20, 1-17): “Yo soy el Señor”.

La expulsión de los mercaderes marca un punto de inflexión en el que Jesús, Palabra nueva y definitiva de Dios, profetiza su muerte y resurrección veladas en las palabras que, en realidad, nos hablan del templo de su cuerpo, como bien explica el evangelista al referirse a la memoria de los discípulos: “por eso, cuando resucitó Jesús de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho aquello y creyeron en la Escritura y en las palabras que Jesús había dicho” (Juan 2, 13-25).

Nos encontramos hoy con dos aspectos importantes para la comprensión del dato revelado y su integración en el ámbito espiritual de la revelación cristiana: “hacer memoria” y “creer”. Para los cristianos “creer” no es un mero acto de asentimiento, sino sobre todo la respuesta a un reclamo de Dios que se revela y nos convoca a ser partícipes de su vida. Los discípulos recuerdan un acontecimiento, así como el pueblo de la Antigua Alianza recordaba las gestas de su elección, otorgamiento de la Ley y acompañamiento de Dios en su camino hacia la Tierra Prometida. Luego “creen” que Dios, que los ha elegido, camina con ellos y los cuida; el culto hebreo está enraizado en los acontecimientos salvíficos de su historia.

Así, el nuevo Pueblo que surgirá de la nueva y definitiva Pascua, está llamado a recordar los acontecimientos de su elección y las acciones de Dios, que definitivamente ha cumplido sus promesas y en ellos se manifiesta. El nuevo culto, centrado en Cristo, no dependerá del templo de piedra, sino que se realizará en el templo espiritual que no es otro que la Iglesia, “Cuerpo de Cristo muerto y resucitado”, que vive, actúa, santifica y peregrina con su Pueblo y, con su Pueblo, es causa y lugar de Salvación para todos los pueblos.