(3 de mayo de 2020)–

“Domingo del Buen Pastor”.

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos hermanos:

El tiempo pascual nos va introduciendo a la vida de la Iglesia que, desde la Resurrección de Jesús, el Cristo, se muestra al mundo con la fuerza del Espíritu, con valentía y, siempre guiada y empujada por el Espíritu Santo y llamando a los que creen a la conversión desde sus vidas de pecado, crece en número y en fortaleza. Primero se asombran los mismos discípulos enviados, precedidos por los Apóstoles en torno a quienes se congregan; luego, sorprenden al pueblo y a las autoridades judías por el impacto de la “nueva doctrina”, como llaman éstos al anuncio de la Buena Noticia: El Evangelio, cuya predicación comienza siempre con una clara referencia al propio Jesús de Nazaret y a su suerte a manos de las autoridades del pueblo: Civiles (el poder romano) y religiosas (el Sanedrín o Senado de los judíos, y el Templo)

La Pascua de Cristo es a la vez muerte y resurrección. Hoy lo que predomina, tanto en la doctrina de Pedro como en el evangelio del Buen Pastor, es el recuerdo del sacrificio de Jesús. Si Jesús fue constituido por Dios como Señor (Hechos 2, 14ª.36-41) y pastor de nuestras almas (I Pedro 2, 20b-25), es porque fue el Siervo doliente profetizado en el libro de Isaías, que “cargado con nuestros pecados subió al leño”. Nos abre, por medio de su sacrificio, las fuentes de la vida (Juan 10, 1-10). Por haber sido bautizados en su nombre, recibimos el perdón de nuestros pecados y el don del Espíritu.

El evangelio de este domingo, que da nombre al mismo y que siempre está tomado (en los tres ciclos de lecturas) del discurso de Jesús sobre el Buen Pastor, que es Jesús mismo; constituye una meditación insustituible sobre Jesús, su entrega, y sobre la disposición y las aptitudes necesarias en aquellos que por El son llamados y enviados en su Nombre. Sería conveniente que leyésemos completo el discurso de Jesús (Juan 10, 1-30), así veríamos en contexto las perícopas entresacadas para las lecturas de los tres domingos (A,B,C) con las porciones narrativas, y aún podemos continuar hasta el final del capítulo (v. 42 – “Y muchos allí creyeron en él”).

De este modo comprenderemos mejor que es éste un momento de “autorevelación” de Jesús; los “judíos” comprenden bien el sentido de sus palabras, y lo sabemos porque intentan apedrearlo. – Pero volviendo al texto que hoy nos ocupa, y aún sin analizarlo exhaustivamente, encontramos que nos dice: “Quien no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido”. -Jesús es, al mismo tiempo: “el Guardián”, “el Pastor” que nos cuida y conduce y “la Puerta” a través de la cual somos conducidos al Padre. Es también “la oveja”, al unirse a nuestra naturaleza humana y asumirla, y así el Hijo de Dios se convierte en “el Cordero de Dios”. “Y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz, y él las va llamando por su nombre”.

-El pastor suele ir detrás de las ovejas; sin embargo Jesús se pone delante del rebaño para guiarlo y conducirlo hacia las eternas praderas del Padre; es el Pastor que defiende al rebaño, arriesga su vida y da la vida por sus ovejas. Si escuchamos su voz, si reconocemos su voz, El será nuestro Pastor y nos conducirá al Reino.