– 14 de febrero de 2021 –

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos hermanos:

En el cristianismo no hay oposición entre lo material y lo espiritual, como si lo primero representase lo malo y lo segundo lo bueno; todo nos sirve para gloria de Dios. Jesús vuelve a darnos ejemplo de amplitud de espíritu en el evangelio del día, donde supera la Ley al tocar al leproso; recordemos aquello de “el sábado es para el hombre y no el hombre para el sábado”. Los seres humanos somos el centro y destino de la atención de Dios, que nos creó a su imagen y semejanza. En la Nueva Alianza, como había sido anunciado en la Antigua, la misericordia supera al sacrificio; diríamos, en un lenguaje ya evangelizado, que la misericordia ES ya equivalente al sacrificio, que agrada a Dios más que otra acción porque lo imita a la perfección, reproduciendo su verdadera imagen en nosotros mismos.

La unión entre la primera lectura y el evangelio resulta siempre sugestiva. Hoy, el recuerdo de las prescripciones de la antigua ley en relación con los enfermos de lepra (Levítico 13, 1-2.44-46) -enfermedad contagiosa e incurable- da ocasión para comprender mejor lo libre que es Jesús respecto a la ley, a la vez que de respeto hacia ella (Marcos 1, 40-45). Por lo que toca a nosotros, nuestra lepra es el pecado. -En (I Corintios 10, 31-11, 1) San Pablo nos invita a tomarle a él como modelo, y puede hacerlo así sin orgullo, porque nos está invitando a “seguir el ejemplo de Cristo”.

La dinámica espiritual del testigo de Cristo consiste, precisamente, en la que San Pablo nos expresa hoy en su exhortación a la comunidad de Corinto. Si seguimos el ejemplo de Cristo, lo cual constituye nuestra verdadera vocación, ya que nos llamamos y somos cristianos, podremos servir de guías también a los demás, a quienes predicamos el evangelio de palabra y obra.

La triste situación de los leprosos en tiempos de Jesús, debido a las prescripciones sanitarias de la época, se hacían aún más duras si tenemos en cuenta que los exponía a la soledad y total desvalimiento y protección; esta situación era sólo moderada un poco cuando se unían varios leprosos y formaban una comunidad en su infortunio. También podrían obtener alguna ayuda para el diario sustento de personas piadosas que les dejaran alimentos en lugares donde éstos pudiesen encontrarlos. Hoy día, atravesando la presente pandemia que nos aqueja, podemos acercarnos un poco con la imaginación a aquellos tiempos, nada comparables sin embargo a los nuestros.

Hoy somos invitados y urgidos a acercarnos a Jesús, Maestro y Redentor, para que nos toque y nos sane de esa lepra del pecado; quizás no visible, pero sí muy dañina, que padecemos en el corazón, en la conciencia. Pidamos que nos transformemos en la misericordia, distintivo del Maestro y Señor a quien queremos seguir.