– “Han llegado los tiempos mesiánicos” –

−13 de diciembre de 2020−

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos hermanos:

El Primer Domingo de Adviento nos llamaba a estar alertas y “vigilantes” porque el Señor llegará sin avisar. El Segundo nos ha urgido a “preparar los caminos” para su llegada; la figura del Bautista nos introducía en la dinámica de la conversión. Hoy la Liturgia nos invita a estar alegres, porque “el Señor está cerca”; es el domingo llamado por la palabra dominante de la Epístola del día: “Vivan siempre alegres”. Y es el Espíritu Santo quien realiza ese cambio en el creyente que espera, ocupado en la tarea de la conversión personal y del anuncio de la Buena Noticia mientras, por el camino, va reconociendo a Cristo en los hermanos.                                  

Todo el Adviento está lleno de esos sentimientos: Vigilancia que se transforma en una actitud mejor, que es la Esperanza, virtud imprescindible para el cristiano. -Experiencia de la participación, por el Espíritu, de los dones de Dios, con la expectativa del Nacimiento ya conocido por la Historia, pero reconocido cada año por la Fe. -Testimonio de primera mano de los testigos de Dios que, en el Adviento se nos presentan en Isaías, el Bautista y María, la Madre de Jesús, la Madre de Dios y de la Iglesia.

La primera lectura traza un admirable retrato de Aquel a quien Dios consagró por la unción para llevar a cabo su obra de salvación (Isaías 61, 1-2ª.10-11). Un día, en Nazaret, Jesús se aplicará a sí mismo esta profecía. En el evangelio que leemos hoy, Jesús es presentado por Juan como Aquel que viene y cuya manifestación es inminente (Juan 1, 6-8.19-28). Cristo nunca ha acabado de venir entre su primera y su segunda venida. Por esto, nos exhorta San Pablo a vivir en una gozosa esperanza y manteniendo una atención vigilante a todo aquello que Dios espera de nosotros (I Tes. 5, 16-24)

Cada tiempo litúrgico tiene su propio cometido y nos llega con una invitación a participar en un cambio que debe ocurrir en nosotros mismos; a ese cambio, que es primero interior, le llamamos conversión. Pero la conversión, para el cristiano, que es obrada por nosotros con la inspiración y la fuerza del Espíritu Santo, debe mostrarse en nosotros a través de las obras. Estas crearán en nosotros una nueva actitud, un nuevo comportamiento y un obrar, revelador de la “presencia y acción de la Gracia”, efecto de una amistad renovada que se nutre en la oración, generadora de la Caridad. Así obra el Amor, así obra Dios.