– “Juan el Precursor”

– 6 de diciembre de 2020 –

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos hermanos:

El pasado domingo mencionamos la “tesis” de San Marcos demostrando que “Jesucristo es el Hijo de Dios”. Hoy encontramos ese texto en la lectura evangélica.

Leemos hoy las primeras páginas de dos libros sagrados: el Evangelio según San Marcos y el libro de la Consolación de Israel, dirigido a los Judíos exiliados. Ambos nos invitan a “preparar los caminos del Señor”, reiterando Juan Bautista (Marcos 1, 1-8) las mismas expresiones del antiguo profeta (Isaías 40, 1-5.9-11). Antiguamente, en efecto, cuando un soberano llegaba a un país había que empezar por hacer practicables todas las vías. La epístola hace que nuestras miradas se dirijan hacia el cielo nuevo y la tierra nueva, que inaugurará la segunda venida de Cristo (II Pedro 3, 8-14).

Con las promesas a los desterrados en Babilonia, un profeta alienta la esperanza del Pueblo y le anuncia la liberación que le llegaría de la mano de Ciro, rey pagano elegido por Yahvéh y ungido por El como “pastor” de su Pueblo. Dios cumple sus designios y elige sus servidores de entre todos los pueblos. Como en otro tiempo el pueblo de Israel fue sacado milagrosamente de Egipto, así será arrancado ahora de la cautividad de Babilonia.

San Pedro vislumbra y nos anuncia “nuevos cielos y nueva tierra” en su segunda carta, que hoy leemos. Así nos invita a vivir en la esperanza, y a demostrarlo con una vida “inmaculada e irreprochable”. Se trata primero de preparar el camino en nuestra alma, en nuestras propias vidas. El cristiano no puede separar su esperanza en la vida futura de su vida presente, y de sus opciones y acciones en la misma. Estamos llamados a dar razón de nuestra esperanza con nuestras obras.

La impresionante figura de Juan el Bautista y su mensaje de conversión para preparar el pueblo de Israel a recibir al Mesías, domina los domingos segundo y tercero de Adviento: “preparen el camino al Señor, allanen sus senderos”. Juan nos llama al desierto, a salir de las ocupaciones que no nos dejan escuchar a Dios, para emprender un camino de conversión radical, en vistas a recibir al Esperado de las naciones y ser dignos de El.

El desierto es el lugar del encuentro con Dios y, también, donde vencer las tentaciones del enemigo del alma y la salvación en Cristo. La Iglesia vuelve a llamarnos, en este tiempo de gracia, a hacer un alto en el camino y, en una especie de retiro espiritual comunitario, volver a los orígenes de nuestra vocación a la santidad que comenzó con una llamada, con una Voz, la de Dios que, como profetas, también nosotros estamos llamados a replicar en nuestras vidas y ocupaciones del mundo presente. Por eso clamamos en todo el Adviento: “VEN SEÑOR JESÚS”.