– 17 de marzo de 2024 –

“Domingo de los Profetas”

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos hermanos:

“Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único”, escuchábamos el pasado Domingo en la proclamación del evangelio según San Juan. Hoy, Jesús mismo nos anuncia e interpreta su “entrega”, o sea, su muerte, con la alegoría o parábola del “grano de trigo”. Como introducción de la liturgia de la Palabra leemos a Jeremías en la exposición del tema de la “alianza nueva”; es el tiempo de la “interiorización de la Ley”: Dios se mete dentro del corazón; Él es una fuerza viva que empuja a los hombres hacia el bien. Esta unión llevará consigo amor, justicia, fidelidad y conocimiento de Dios. (Jeremías 31, 31-34).

El “Miserere”, o Salmo 50, nos presta palabras y espíritu para nuestra oración-respuesta a la invitación que el mismo Dios nos hace por medio del Profeta y, finalmente, de su propio Hijo. “Oh Dios, crea en mí un corazón puro”.

Uno de los temas de la carta a los Hebreos es la obediencia de Cristo quien, en perfecta unión con el Padre, realiza su voluntad al tomar “carne”, “naturaleza humana”, con todas las consecuencias, hasta la muerte de Cruz.  (Hebreos 5, 7-9). Esta Epístola nos introduce al tema de la condición sacerdotal de Jesucristo y nos muestra nuestra propia condición sacerdotal, adquirida en el Bautismo, sacramento del Nuevo Nacimiento que nos identifica con Aquel que, al asumir nuestra condición humana, se hizo cargo de nuestros pecados y nos prestó su divinidad.

La alegoría del grano de trigo (Juan 12, 20-33) en el marco de la Pasión, que pronto nos va a ser narrada desde el Lavatorio de los pies como introducción a la Cena Pascual, corresponde en San Juan a la agonía del Huerto de los Sinópticos, llevándonos de la mano a ser testigos de la consumación del Misterio redentor. El grano de trigo tiene que morir para producir su fruto: Alegoría que une la Eucaristía de la Cena con la Cruz y el anuncio de la Resurrección; concluyendo en otra Teofanía al oírse “la voz del Padre”, el que nos ha amado tanto que, en el colmo de su amor nos entregó a su Hijo único.