– 11 de febrero de 2024 –

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos hermanos:

San Marcos comienza su relato llamando “buena noticia” a la historia narrada, donde nos cuenta la vida, obras y enseñanzas de Jesús de Nazaret, el “Hijo de Dios”. En el comienzo ya escuchamos de curaciones de distintos males y enfermedades; hoy Jesús cura a un leproso, cruzando la barrera convencional y legal al tocarlo, pero enviándolo a cumplir la Ley de presentarse ante el sacerdote para ser declarado limpio. Esa limpieza legal va unida a la pureza de corazón que sólo Dios puede otorgar, de modo que Jesús realiza también con el milagro un acto de revelación de su condición divina y su poder, como lo haría en muchas ocasiones.

En nuestros tiempos la lepra es una enfermedad tratable, no siempre curable, pero no arrebata la esperanza al enfermo como en tiempos pasados. También existe una distancia marcada por el amor cristiano y la acción de la Iglesia, como en la vida de tantos consagrados cuidando a los enfermos y fundando instituciones para servirlos con excelencia y caridad; bástenos recordar al Padre Damián, San Damián de Molokai, entregando su vida hasta ser él también un leproso. Hay un salto en el amor desde la antigua Ley Mosaica, destinada a proteger a la comunidad del contagio y un San Francisco de Asís que besa las llagas del leproso en su camino de conversión total a Cristo, a quien ve reflejado en aquel enfermo.

La lepra representaba el pecado y Cristo vino a sanar y salvar al pecador, por eso entendemos el evangelio del día (Marcos 1, 40-45), precedido por la historia Mosaica (Levítico 13, 1-2.44-46), acogiendo la entrega sin reservas de su amor y aplicándolo a cada circunstancia que el mundo presente nos reclame; todas las barreras son derribadas por el amor sin límites de Jesús de Nazaret.

San Pablo nos invita hoy a seguir su ejemplo; él, a su vez, sigue el de Cristo (I Corintios 10, 31-11, 1). Si todo lo hacemos por Cristo; todas nuestras obras se las haremos a Cristo en los hermanos, en especial a los débiles y necesitados. Toda obra asistencial, de las que abundan en la Iglesia, tiene este origen: Cristo, compasivo y misericordioso; Cristo que sana y perdona.

El próximo miércoles 14 de febrero comenzaremos la Cuaresma con la imposición de las cenizas en nuestras cabezas. Somos invitados a dejarnos tratar y sanar nuestra lepra espiritual, que es el pecado. Comenzaremos la ascensión Pascual exponiéndonos a la Palabra sanadora que es Cristo mismo. No desechemos su llamada y, con ella, la vida que El nos trae con su muerte y Resurrección.