– 17 de diciembre de 2023 -.

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos hermanos:

La ALEGRÍA es la tónica de este tercer domingo y las lecturas de la Misa nos invitan a considerar este sentimiento como un verdadero don de Dios. La antífona del inicio de la Misa de hoy, tomada de Filipenses 4, 4.5, nos invita a ello: “Estén siempre alegres en el Señor, les repito, estén alegres. El Señor está cerca”. Partiendo del mensaje de la Palabra de Dios dirigimos nuestra mirada y nuestro afecto al Misterio que muy pronto celebraremos en la Navidad; y así podemos repetir una y otra vez “el Señor está cerca”. La Iglesia nos propone siempre, en las fiestas que conmemoran los acontecimientos salvíficos, acogerlos con sentimientos de gozo al actualizar en ellos, para nuestro provecho espiritual, los misterios que nos han traído una nueva vida en Cristo; que es quien lo resume todo en el Misterio que es la propia Iglesia: “Su Cuerpo Místico”, Cristo y su Pueblo redimido por su Sangre.

La primera lectura traza un admirable retrato de Aquel a quien Dios consagró por la unción para llevar a cabo su obra de salvación (Isaías 61, 1-2ª.10-11). Un día, en Nazaret, Jesús se aplicará a sí mismo esta profecía. -En el evangelio que leemos hoy, aún no ha sido presentado por Juan, sino sólo anunciado como Aquel que viene y cuya manifestación es inminente (Juan 1, 6-8.19-28). -Cristo nunca ha acabado de venir entre su primera y su segunda venida. Por esto, nos exhorta San Pablo a vivir en una gozosa esperanza y manteniendo una atención vigilante a todo aquello que Dios espera de nosotros                     (I Tesalonicenses 5, 16-24).

 Un dato importante para comprender la misión de Precursor, misión que de muchas maneras cada cristiano está llamado a realizar con su vida y su testimonio de Cristo: consiste en la HUMILDAD de Juan el Bautista. Juan se presenta como la “voz que clama en el desierto”, no se apropia del mensaje; su grandeza consiste en esto: “es preciso que yo disminuya para que Él crezca y sea manifestado a Israel”. En la vida, tanto en el sentido espiritual que nos ofrece la Iglesia en nuestra condición de discípulos y miembros de Cristo, cuando en cualquier actividad o presencia en las cosas del mundo, construimos para siempre cuando sabemos que nuestra misión es transitoria y logramos ser sólo precursores. Quien se apropia del mensaje o de la misión, se la lleva consigo y la esteriliza con un protagonismo que, inevitablemente, pasará con su corta y limitada vida donde la Luz no logra brillar para siempre.