– 10 de diciembre de 2023 -.

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos hermanos:

El Adviento nos sitúa, en su dinámica espiritual, entre dos polos: el de la “Esperanza” y el del “trabajo por nuestra santificación”; ambos son potenciados por la Gracia y, a su vez, ambos nos conducen, por la gracia de la conversión, a Cristo. Este “tiempo de Gracia” nos recuerda que “el Señor no retrasa su promesa”, sino que “tiene paciencia con nosotros”.  El camino lo hacemos henchidos del amor de Dios, quien “no quiere que nadie se pierda, sino que todos accedan a la conversión”.

Leemos hoy las primeras páginas de dos libros sagrados: el Evangelio según San Marcos y el libro de la Consolación de Israel, dirigido a los judíos exiliados. Ambos nos invitan a “preparar los caminos del Señor”, reiterando Juan Bautista (Marcos 1, 1-8) las mismas expresiones del antiguo profeta (Isaías 40, 1-5.9-11). – San Pedro nos invita, en la epístola (II Pedro 3, 8-14), a dirigir nuestras miradas hacia el “cielo nuevo y la tierra nueva”, que inaugurará la segunda venida de Cristo.

El segundo y tercer domingo de Adviento son dominados por la impresionante figura de Juan el Bautista y su mensaje de conversión para preparar el pueblo de Israel a recibir al Mesías. En él resuena el pregón de Isaías: “Preparen el camino al Señor, allanen sus senderos”. Juan nos llama al desierto, a salir de las ocupaciones que nos impiden escuchar a Dios, para emprender un camino de conversión exigente y radical, que nos disponga a recibir al “Esperado de las naciones” y ser dignos de Él. A este reclamo de preparación responde la Iglesia con salmos de súplica y alegría: si “una voz grita: En el desierto prepárenle un camino al Señor”, pedimos: “Muéstranos, Señor tu misericordia y danos tu salvación”.

Salimos animosos al encuentro del Señor, pero somos también conscientes de nuestra pobreza y del obstáculo que significan los afanes de este mundo; de ahí la importancia de la última petición de este día en la oración de poscomunión: que “nos des sabiduría para sopesar los bienes de la tierra amando intensamente los del cielo”.

En un mundo tan herido por el pecado, tan dividido por el odio y enfrentado en opciones de guerra y violencia; el buscar el dominio sobre los otros se ha convertido en una especie de deporte macabro, diabólico. Por eso, el Adviento llega cada año como un nuevo comienzo, con la invitación de los profetas y del mismo Cristo a la conversión, a un nuevo comienzo que de inicio a la “Nueva Creación”.