– 26 de noviembre de 2023 -.

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos hermanos:

La Solemnidad de Cristo Rey corona cada año cristiano que, comenzando con el Adviento, tiempo de preparación esperanzada a la celebración de la Navidad, celebra el Misterio de Cristo en la Liturgia de la Iglesia. Apoyándonos en el Domingo, el Día del Señor y matizado por Solemnidades y Fiestas del Señor, de María y de los Santos, vamos desglosando cada año las enseñanzas de los acontecimientos salvíficos en la Historia de la salvación y de la Iglesia. Hoy la Palabra de Dios nos habla de resurrección y vida y de la solicitud de Dios por su Pueblo; el Pastor es a la vez el Padre y el Hijo encarnado, Jesucristo, que en la plenitud de su entrega dará la vida por sus hermanos. También se nos avisa del Juicio, al que debemos acudir acompañados de las obras que nos identificarán como los elegidos para la vida eterna.

El discurso de Jesús sobre las realidades últimas según san Mateo termina este día con la manifestación de Cristo como supremo Pastor, Rey y Juez de todos los hombres, conforme a la profecía de Ezequiel (Ezequiel 34, 11-12.15-17), Para realizar la definitiva separación de buenos y malos según el criterio del trato que dieron al prójimo en esta vida (Mateo 25, 31-46). – Cristo comenzó su reinado junto al Padre como verdadero Dios y hombre a partir de su Resurrección. Al final de los tiempos, incorporará a su reino a todos los justos con sus cuerpos y almas glorificados (I Corintios 15, 20-26.28).

El mensaje que recibimos del evangelio de hoy nos lleva a dos conclusiones: Por una parte, tenemos una grave responsabilidad en el modo en que tratamos al prójimo, no tenemos otro camino para servir a Cristo que en los necesitados; Por otra parte, el consuelo y la tranquilidad de ver lo fácil que es cumplir el Mandamiento del Amor, clave para pertenecer al Reino; aún los que no conozcan nominalmente a Dios y piensen no tener la fe pueden servirlo y cumplir a plenitud su Ley. Nosotros conocemos ambos aspectos de la enseñanza, sólo nos queda poner en práctica lo aprendido y dejar que Dios nos haga instrumentos eficaces de su amor. Eso es lo que significa servir al Padre (como le anunció Jesús a la Samaritana) en Espíritu y Verdad.