– 15 de octubre de 2023 -.

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos hermanos:

El lenguaje y tema bíblico de los “esponsales místicos” lo encontramos hoy en el evangelio de San Mateo y en el texto de la primera lectura del profeta Isaías. La imagen del banquete es siempre en la Biblia la de una fiesta de bodas; así tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento y, en éste, especialmente en varias parábolas de Jesús en referencia al Reino de los Cielos, reino ya figurado y comenzado en el presente del Pueblo elegido y del Nuevo Pueblo que es la Iglesia. Se trata de las bodas del Hijo del Rey, siendo Él destinado a reinar; por tanto, no puede ser menospreciado ni rechazado.

Recibir la invitación a las bodas constituye un gran privilegio que requiere unas condiciones y una especial preparación de parte de los invitados, que deben ir revestidos con el “traje de fiesta”, una referencia evidente para nosotros de las condiciones requeridas para ser parte del festejo y entrar a la presencia del Rey. Nosotros, que caminamos como Iglesia en el seguimiento de Cristo, reconocemos en esos signos los del Banquete Eucarístico, fuente y culmen de la vida de la Iglesia, en el que Dios continuamente nos revela su amor de predilección al llamarnos, congregarnos y enviarnos en su nombre.

En la parábola del banquete, Jesús anuncia a los judíos que el Evangelio será predicado a los despreciados y a los extranjeros, ya que los primeros convidados declinaron la invitación (Mateo 22, 1-14). La imagen del festín aparece ya en el oráculo de Isaías que leemos (Isaías 25, 6-10ª): “todos los pueblos serán invitados al abundante banquete que prepara el Señor en Jerusalén, sobre el monte Sión”.

San Gregorio Magno nos explica el texto evangélico de la siguiente manera: “Pero los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios”. – Ir a sus tierras significa entregarse sin medida a las tareas de aquí abajo. Ir a sus negocios es buscar ávidamente un provecho personal en los negocios de este mundo. Uno y otro son negligentes a la hora de pensar en el misterio de la encarnación del Verbo y vivir conforme a él… Aún más grave es lo que hacen algunos que, no contentos con menospreciar el favor del que los llama, le persiguen.. De todas maneras el Señor no dejará lugares vacíos en el banquete de bodas de su Hijo.

Para San Pablo, Cristo es toda su vida. Sea que se encuentre prisionero o en libertad, lo que cuenta para él es Cristo: “todo lo puedo en aquel que me conforta” (Filipenses 4, 12-14.19-20). Ese mismo ideal es el que nos propone el Padre celestial al convidarnos a las bodas de su Hijo, donde el mismo Cristo, vida nuestra, nos repartirá el manjar de eternidad, que es Él mismo, al reunirnos en torno a sí en la mesa de sus bodas eternas.