– 20 de agosto de 2023 -.

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos hermanos:

Hoy, por excepción, convergen las tres lecturas en un mismo tema, el del llamamiento dirigido por Dios a los hombres que no pertenecen al pueblo judío. En la primera lectura, Dios declara por su profeta: “Mi casa es casa de oración y así la llamarán todos los pueblos” (Isaías 56, 1.6-7). En el evangelio vemos como Jesús alaba la fe de una mujer extranjera y cura a su hija (Mateo 15, 21-28). “Al desobedecer ellos (los judíos), dice San Pablo, ustedes (los paganos) han obtenido misericordia”, aun cuando Israel sigue conservando misteriosamente un puesto de preferencia dentro del plan de Dios (Romanos 11, 13-15.29-32).

Si bien el ministerio de Jesús se dirigía exclusivamente al pueblo de Israel, para que éste fuera luego el hogar y crisol de todos los demás pueblos, no pudo resistirse a la fe de algunos extranjeros como el centurión romano o la mujer fenicia de quien se trata este domingo. Los profetas habían esbozado la revelación del plan de Dios que tenía al pueblo elegido como centro de reunión de todas las naciones, llamadas también a la salvación. -Pablo, por su parte, sufría por la resistencia de los israelitas que no aceptaban a Jesús como Mesías.

El plan de Dios se cumplirá, pero de modo diferente, gracias a la fe de los gentiles que podría despertar los celos en el pueblo de la primera elección. Lo que San Pablo vislumbró y, más aún, deseó, sólo puede llegar a cumplirse en Cristo: Él es la causa única de la salvación para todos los pueblos y sólo en Él podrá completarse la obra de la Nueva creación; sólo Cristo es el Principio y el Fin de toda la obra de la Redención; por eso es llamado en el Apocalipsis el Alfa y la Omega que, en el pensamiento y lenguaje griegos del Nuevo Testamento representan el comienzo y la plenitud de esa Nueva Creación.

Con el relato del encuentro en la Fe de la cananea, el evangelio nos revela lo imprescindible de ese don divino para que podamos encontrarnos cara a cara con Jesús, reconociendo en Él a nuestro salvador. No basta estar necesitado y reconocerlo; es preciso recorrer el camino de los humildes y pequeños, de los que sólo tienen a Dios, para alcanzar a Cristo y ser sanados por él.