– 16 de agosto de 2020 –

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos hermanos:

En su encuentro con la mujer cananea, que leemos en el evangelio de este domingo (Mateo 15, 21-28) Jesús quiere encontrar, no sólo a “las ovejas descarriadas de Israel”, sino también alcanzar al mundo más allá de las estrechas fronteras de su pueblo. Si bien el ministerio de Jesús se dirigía exclusivamente al pueblo de Israel, para que éste pudiera realizar definitivamente su misión entre todos los demás pueblos, y como hogar de acogida de todos los llamados a la salvación; no desatendió el llamado que brotaba de algunos extranjeros.

El centurión romano, a quien Jesús le cura su sirviente, y la mujer cananea de este domingo, son ejemplos notables de esa solicitud y compasión del Señor. La confianza total en Cristo es el comienzo de la salvación. Asistimos, por lo tanto, en este evangelio a un “encuentro salvífico”. El diálogo, marco en el que se produce ese “encuentro”, nos resembla el de la oración de súplica que brota desde la Fe, donde Dios es acogido por el que cree en El. La mujer llama a Jesús “Hijo de David”, título mesiánico; también expresa el motivo de su clamor: “mi hija tiene un demonio muy malo”. La mujer, en tono angustiado, pide la “liberación” de su hija. Los profetas habían esbozado la revelación del plan de Dios que tenía al pueblo elegido como centro de reunión de todas las naciones, llamadas también a la salvación (Isaías 56, 1.6-7).

San Pablo sufría por la resistencia de los israelitas que no aceptaban a Jesús como Mesías (Romanos 11, 13-15.29-32). El plan de Dios se cumplirá, pero de modo diferente, gracias a la fe de los gentiles que podría despertar los celos en el pueblo de la primera elección. El Apóstol ve realizarse el Misterio de Cristo Redentor en esa correlación de “gracia” y “rechazo”, enmarcada en la Esperanza: Los antes “rebeldes” (los paganos) alcanzan la misericordia con ocasión de la rebeldía de los judíos; el apóstol desea y espera que la “fidelidad” de los antes rebeldes (los paganos) sirva de estímulo para la conversión de los judíos (los de su propia sangre) a Cristo.

En este domingo convergen las tres lecturas en un mismo tema, el del llamamiento dirigido por Dios a los hombres que no pertenecen al pueblo judío. Hemos visto que, en Isaías, Dios declara “mi casa es casa de oración y así la llamarán todos los pueblos”; aquí Dios manifiesta su plan de hacer, de todos los pueblos y naciones, un solo pueblo que lo reconozca y le rinda culto. – San Pablo nos instruye sobre el camino de la obediencia para encontrar el camino hacia Dios y como dinámica espiritual indispensable para pertenecer a su Pueblo. - Jesús alaba la fe de una mujer extranjera y cura a su hija.

La historia que nos relata San Mateo comienza diciéndonos que Jesús “salió” y se retiró al país de Tiro y Sidón, en territorio fronterizo con los paganos. De alguna manera sugiere el Evangelista un éxodo que lleva a Jesús en busca de un nuevo pueblo y territorio espiritual: Desde una religión anquilosada que esclaviza (las ovejas descarriadas de Israel) hacia una libertad en el Espíritu. -Cuando predicamos en el Espíritu de Jesús e intentamos vivir en él, siempre encontraremos la persecución, pero es la única manera de ser libres en el Espíritu, de ser verdaderamente libres.