- Solemnidad –

—28 de mayo de 2023—

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos hermanos:

Si quisiéramos definir con una palabra la acción del Espíritu Santo en la Iglesia, lo haríamos con una que define también la esencia y la vida del Cuerpo de Cristo: COMUNION. El Espíritu Santo, a quien llamamos también Espíritu de Amor, es el alma de la Iglesia y el que anima toda su vida: desde su ser mismo hasta la última de sus obras; obras apostólicas, obras de amor. Cuando hablamos de Caridad, hablamos del Espíritu que Jesús prometió enviarnos desde el Padre, y lo hizo en Pentecostés. Es el Espíritu principio de unidad y origen de sus acciones; acciones de Cristo; acciones del Padre, del Hijo y del Espíritu.

La escena que hoy leemos en el evangelio (Juan 20, 19-23), en la que Jesús sopla sobre sus apóstoles y les comunica el Espíritu Santo nos recuerda la de la Creación, cuando “Dios insufló aliento de vida en el hombre y éste se convirtió en ser vivo” (Gén. 2, 7). Desde que el Señor resucitó está presente y actuante el Espíritu Santo, por eso Juan aúna la Resurrección con Pentecostés en este texto, en el que leemos también el inicio de la “nueva creación”, como nos lo explica magistralmente Benedicto XVI: “Por eso, realiza el gesto de soplar sobre ellos y los regenera en su Espíritu; este gesto es el signo de la nueva creación. Con el don del Espíritu Santo que proviene de Cristo resucitado comienza de hecho un mundo nuevo. Con el envío de los discípulos en misión se inaugura el camino del pueblo de la nueva alianza en el mundo, pueblo que cree en él y en su obra de salvación, pueblo que testimonia la verdad de la resurrección. Esta novedad de una vida que no muere”.

Las tres lecturas hacen notar el hecho de que el Espíritu Santo fue dado a los Apóstoles en relación con su misión. Esto es lo que se deduce del relato evangélico y de la descripción del suceso de Pentecostés del libro de los Hechos (2, 1-11). San Pablo nos presenta al Espíritu como principio de la unidad de la Iglesia en la diversidad de sus ministerios (I Corintios 12, 3b-7.12-13), unidad, diversidad y celo misionero proceden de la acción íntima del Espíritu Santo en cada uno de los fieles, como nos lo anunciaba el mismo Apóstol en la epístola de la Vigilia de Pentecostés (Romanos 8, 22-27).

Pentecostés, más que ninguna otra Solemnidad de la Iglesia, nos introduce en el misterio del Espíritu enviado por Jesús desde el Padre, y nos revela la plenitud de la vida que ya poseemos y que está destinada en nosotros a la plenitud de una eternidad en la que ya hemos entrado viviendo, sin embargo, aun en el tiempo; el tiempo de la Iglesia; el tiempo del Espíritu.