– 26 de julio de 2020 –

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos hermanos:

Dios nos ama, quiere que reproduzcamos en nosotros la imagen de su Hijo y nos llama a compartir su gloria. -Este mensaje lo encontramos hoy en la segunda lectura (Romanos 8, 28-30) donde San Pablo nos expone el plan completo de Dios (vocación, elección, predestinación y justificación) que tiene como finalidad el destino de gloria para quienes participen en la vida resucitada de Cristo. El tema de la “predestinación” no está enfocado en un sentido individual y restrictivo, sino que revela el plan amoroso de Dios para con nosotros; plan que requiere nuestro asentimiento y participación: Nos salvamos porque hemos sido lavados en la Sangre de Cristo, todos estamos destinados a la gloria si respondemos eligiendo el camino de la sabiduría, como aprendemos hoy de Salomón en la primera lectura de la Misa (I Reyes 3.5-12). - En el sentido bíblico del A.T. la sabiduría equivale a la santidad, elegida como respuesta a la llamada de Dios. Para quienes seguimos a Cristo, significa vivir la Nueva Vida de Gracia que brota de su Pasión, Muerte y Resurrección.

Hoy terminamos en el Evangelio la lectura del Discurso en parábolas, según nos lo presenta San Mateo (Mateo 13, 44-52). Comenzando con “El Sembrador” hace dos domingos, teníamos el domingo pasado las de “La Cizaña”, “El grano de mostaza” y “La levadura en la masa”, todos temas muy conocidos por nosotros, siendo la de la Cizaña la que Jesús comentará al final de la segunda sección, como pudimos ver el pasado domingo. – Hoy nos encontramos con “El tesoro escondido en el campo”, “El comerciante en perlas finas” y “La red barredera”. Pudiéramos decir que Jesús se explaya en ejemplos parecidos que ilustran su enseñanza en comparaciones. Es el “Reino de los Cielos” el centro de su enseñanza, pero el Reino que comienza ya aquí en la tierra, con nosotros los llamados a vivirlo, practicando sus enseñanzas vividas en el nuevo espíritu de ese Reino; también es parte del compromiso el predicarlo como apóstoles de Jesucristo. El nos llama y nos envía.

Una enseñanza semejante a la contenida en la parábola de la cizaña se expone en la de la red de arrastre, con su revoltijo de peces buenos y malos antes de la separación final: hay que confiar en Dios, que es paciente y justo. Las parábolas del tesoro escondido y de la perla enseñan que el Reino de los Cielos está por encima de todo y por él se ha de sacrificar todo lo demás. Siguiendo el hilo conductor de la idea del Reino, la Salvación y la elección que hacemos nosotros, los llamados, podemos recordar la sentencia de Jesús en otro pasaje de su Evangelio: “Donde está tu tesoro, allí está tu corazón”. – Pregúntate, pues: ¿Dónde está mi corazón?, ¿está en Cristo, está en la espera de su Reino?; ¿trabajo para encontrar el tesoro que es ese Reino y por implantarlo usando sus propios métodos? Recuerda que sus métodos se llaman: PAZ, JUSTICIA, AMOR Y GRACIA.