– 29 de enero de 2023 -.

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos hermanos:

Como un nuevo Moisés, Jesús expone desde lo alto de un monte la nueva ley de su Reino. El “Sermón de la montaña”, como conocemos el primer discurso de Jesús en el evangelio según San Mateo, comienza con las “Bienaventuranzas”, cuya proclamación inaugura solemnemente el ministerio público de Jesús. San Mateo agrupa las enseñanzas de Jesús en cinco grandes discursos, alternando con relatos de encuentros y milagros. Cuando leemos las Bienaventuranzas, entramos en contacto con la frescura renovadora de la Palabra viva de Dios, proclamada por Aquel que es esa Palabra hecha carne, Jesucristo nuestro Señor (Mateo 5, 1-12ª).

Al proclamar dichosos a los humildes y a los pobres, el Señor emplea el mismo lenguaje que había ya usado Dios para con su pueblo por medio de los profetas, como en el caso de Sofonías, a quien escuchamos en la primera lectura (Sofonías 2,3; 3, 12-13).

Ese mismo lenguaje es el que nos habla San Pablo: los primeros llamados son siempre los pequeños, aquellos a los que el mundo desprecia, pero que se convierten en grandes en Cristo (I Corintios 1,26-31).

Todas las Bienaventuranzas se resumen en la primera: la de los “pobres en el espíritu”, aquellos que lo dejan todo para seguir e imitar a Cristo. Ya En el Antiguo Testamento la pobreza voluntaria como signo de humildad y mansedumbre era la característica fundamental del “resto de Israel” que debía recibir en su seno al Mesías. El “resto fiel”, los “pobres de Yahvé”, fueron ayer y siguen siendo hoy, el signo que nos permite reconocer la espiritualidad auténtica, indispensable en el discernimiento de la llamada de Dios. Esa llamada, que solemos identificar en los que siguen el sacerdocio ministerial y la consagración en la vida religiosa, es también una señal  identificable en cada cristiano que descubre la necesidad de responder con fidelidad, entrega y acción apostólica a la llamada de Dios desde la vivencia de su propia fe.

La Fe, alimentada en la oración y en la lectura y meditación de la Palabra, tiene necesariamente que transformarse en nosotros en una nueva vida en Cristo; comencemos dándole la oportunidad al Cristo vivo que nos habla hoy en el discurso inaugural de su Reino, que ya se encuentra entre nosotros