– 15 de enero de 2023 -.

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos hermanos:

El pasado domingo celebramos la Epifanía de la infancia de Jesús, o sea, la Manifestación a los Magos, fiesta que representa la universalidad de la salvación; Dios quiere que todos los pueblos oigan su llamada y que a todos los ilumine su Cristo, el nuevo Sol de Justicia.  El lunes siguiente celebramos este año la fiesta del Bautismo del Señor, o sea, la Epifanía que da comienzo a su vida pública; de este modo se intercambian las celebraciones y fechas del tiempo de la Navidad de la Iglesia romana y las Iglesias orientales, enriqueciéndose ambas tradiciones mutuamente en la celebración del Misterio de la Encarnación, Nacimiento y Manifestación del Salvador de la humanidad.

Este segundo domingo nos presenta el testimonio que Juan dio de Jesús, luego de haberle bautizado (Juan 1, 29-34): El es el “Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. También la lectura profética nos presenta al misterioso “Siervo de Yahvé, que fue elegido por el Señor para ser “luz de las naciones” (Isaías 46,3.5-6).

En su Carta a los Corintios, cuya lectura comenzamos hoy, San Pablo insiste en el carácter divino de su vocación al apostolado y recuerda a los cristianos que también ellos han sido llamados en Cristo (I Corintios 1, 1-3); el Apóstol llama “santos” a los llamados, que han sido consagrados en esa vocación en el Bautismo. Ciertamente que, al ser bautizados, todos hemos recibido esa doble vocación: a ser apóstoles y a ser santos.

Al ser consagrados en el Bautismo recibimos la Gracia, que es la vida sobrenatural, y con ella el llamado a la santidad; la santidad consiste en responder a la Gracia, o sea, a la llamada, para la que Dios nos ha habilitado con los dones necesarios para vivir su vida y para anunciarla como misioneros de su obra de salvación. Aquellos cristianos a quienes la Iglesia llama “santos” y a quienes nosotros veneramos y tratamos de imitar en su seguimiento a Cristo, son santos porque respondieron a la Gracia.

Cada respuesta a una Gracia nos prepara y fortalece para responder a la siguiente. La pedagogía divina consiste en que Dios sólo nos pide en cada momento lo que somos capaces de darle, y siempre nos da primero sus dones, sus Gracias; si respondemos a esos dones, ya estamos viviendo como santos, y el Espíritu de Dios, el Espíritu Santo se manifestará en nosotros y hará en nosotros su morada.