– “La encarnación del Hijo de Dios” –

--18 de diciembre de 2022—

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos hermanos:

Este último domingo de Adviento la liturgia nos invita a contemplar el misterio de la encarnación del Hijo de Dios, misterio que celebramos en la solemnidad de la Natividad y que ilumina y contiene a la vez todo este tiempo, que podemos mejor llamar, de “las manifestaciones del Señor”. Este año, guiados por el evangelio de San Mateo, nos asomamos a la realidad humana del mismo misterio de la Encarnación en la figura de San José como protagonista elegido por Dios y en el marco natural de la familia, ahora sobrenaturalizado en la Sagrada Familia de Nazaret.

San Juan Pablo II decía que la fe de María se encontró con la fe de José. En ambos resonarían las profecías del Antiguo Testamento y los dos habrían compartido y comentado la esperanza de Israel. Ahora son llamados por Dios al servicio de la encarnación. En los orígenes de la Iglesia está la Sagrada Familia. En la cercanía de la Navidad nos sentimos llamados a preparar la celebración en el hogar de José, donde él recibió a María, su mujer, que estaba esperando un hijo.

Las tres lecturas de este domingo nos llevan a descubrir en Jesús a Aquel que había de colmar la expectación de los siglos. San Mateo hace notar el detalle de que el nacimiento de Jesús llevará a cumplimiento la profecía de Isaías concerniente al Emmanuel (Isaías 7, 10-14); el hijo de la Virgen María es “Dios con nosotros”. De conformidad con el nombre que se le impondrá, es “Dios que salva” (Mateo 1, 18-24). San Pablo, que contempló a Cristo resucitado, hace hincapié en que es Dios hecho hombre: el Hijo de Dios, “nacido, según lo humano, de la estirpe de David” (Romanos 1, 1-7). Así se cumplen las palabras del salmo en la antífona que rezamos: “Va a entrar el Señor: El es el Rey de la Gloria”.

Concluyamos nuestra meditación inspirados por la enseñanza de San Pablo VI: “He aquí que, en el umbral del Nuevo Testamento, como ya al comienzo del Antiguo, hay una pareja. Pero, mientras que la de Adán y Eva había sido fuente del mal que ha inundado al mundo, la de José y María constituye el vértice por medio del cual la santidad se esparce por toda la tierra”.

Parte importante del sufrimiento y desorientación del mundo presente, consiste en no reconocer el hombre moderno su responsabilidad en el mal que ocurre en el mismo; falta de madurez, diríamos con una buena carga de compasión. Pero también podríamos acusarnos de egoísmo materialista y de una obsesión desenfrenada por el bienestar y el placer. Cada Navidad nos trae una oportunidad única de reconocernos en ese mundo sin luz y aceptar la gracia de la llamada, de nuestra vocación original a ser de Dios y sólo de Dios.