– Domingo 12 de junio de 2022 –

--“¿Quién es Dios?” –

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos hermanos:

“Dios es un misterio insondable que no deja de atraer nuestra atención y en el que sólo podemos penetrar si nos dejamos envolver por él”. En su primera epístola San Juan nos dice que “Dios es Amor” y,  a partir de esa definición, somos llamados a entregarnos a El y dejarnos transformar en ese Amor que es la vida misma de Dios comunicada al hombre: primero por la obra creadora de Dios y luego en esa decisión redentora del acto irrepetible de la Encarnación del Verbo, del Hijo de Dios.

Los Apóstoles descubrieron que el único Dios era Padre, Hijo y Espíritu al ir viendo poco a poco que Jesús era Señor y tener la experiencia de la acción del Espíritu dentro de sus corazones (Romanos 5, 1-5). Así penetraron paso a paso en el significado de las palabras de Jesús cuando hablaba de su Padre y prometía enviarles el Espíritu de verdad (Juan 16, 12-15). Pero ya el Antiguo Testamento había preparado en cierto sentido los espíritus para esta revelación, cuando invitaba a escuchar a la Sabiduría de Dios como si ésta fuese una persona viviente (Proverbios 8, 22-31).

En la revelación de su naturaleza Dios ha querido mostrársenos en una progresión pedagógica maravillosa al darse a conocer primero como “misterio inalcanzable” pero, a su vez, mostrándose cercano, amoroso y protector de su pueblo; porque el Dios único se va dando a conocer en un diálogo que él inicia y con el que compromete al hombre, formado a su “imagen y semejanza”. Por él sabemos que Dios es Trinidad de personas, que es sabio y amoroso, que podemos hablarle y amarle; más aún, que desea ser amado.

Jesús nos mostró al Padre y su perenne unión con El: Todo lo refiere al Padre y todo lo hace en su nombre; nos va mostrando su divinidad por medio de signos extraordinarios, los milagros, siempre referidos al Padre. Finalmente nos hablará de su igualdad con ese Padre que es el Dios de Israel y nos prometerá el Espíritu Santo como señal final de esa identificación, y como revelación última de esa realidad trinitaria de la vida divina. Un misterio desglosado por etapas pedagógicas en favor del hombre débil y pecador, pero objeto de su predilección y entrega sin límites, reveladoras de su propia naturaleza: Vemos el amor del Padre en el origen de todo, el del Hijo que se ha entregado por nosotros y el del Espíritu Santo que nos mueve a vivir según el amor de Dios hasta que, en la eternidad, participemos plenamente de él.