– 23 de enero de 2022 -.

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos hermanos:

 “Teófilo”, nombre que significa “amigo de Dios” o “amado de Dios”, es todo aquel a quien San Lucas, el Evangelista que nos guía este año en el conocimiento de Jesucristo, dirige sus escritos: Evangelio y Hechos de los Apóstoles. Estamos siendo conducidos en este conocimiento y contemplación de Cristo y su misterio, por un cristiano a quien conocemos como hombre culto, médico,  catequista de excepción, converso a la Fe en edad adulta y que, a su vez, se nos presenta como un humilde amanuense dedicado a la investigación y la enseñanza de la Buena Noticia. Conocedor de María, la Madre de Jesús, Lucas nos trasmite detalles cercanos de la infancia del Señor, guardados en el corazón de la Madre de Jesús. El Evangelio de la infancia y las luces de la contemplación de María aparecen aunados en esos relatos.

Hoy leeremos un texto evangélico en el Lucas nos dedica su Evangelio a todos los “Teófilos” que buscamos la verdad de Jesucristo. (Lc. 1, 1-4), seguida del inicio del ministerio público de Jesús en Galilea, (Lc. 4, 14-21). En medio de estos textos se encuentra el Evangelio de la infancia, que estuvimos proclamando y meditando en el aun cercano tiempo de Navidad.

En el principio de la vida pública de Jesús, según San Lucas, está su presentación como Maestro en la sinagoga de Nazaret. La profecía de Isaías se cumplió en Jesús que se manifiesta como el Cristo, el Ungido por el Espíritu, comenzando el “Hoy” de la salvación que llega hasta nosotros (Lucas 1, 1-4; 4,14-21). -La primera lectura relata la solemne lectura de la Ley en el templo de Jerusalén reconstruido a la vuelta del exilio de Babilonia y nos describe el ritual de la sinagoga que siguió también Jesús y que nosotros seguimos reproduciendo en nuestra liturgia de la Palabra (Nehemías 8, 2-4ª. 5-6. 8-10).

La unidad de la Iglesia, expuesta con la metáfora del cuerpo humano, nace de la Iniciación Cristiana; el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía nos unen vitalmente a Cristo, y en él todos los cristianos tienen la misma dignidad, pero diferentes misiones y funciones (I Corintios 12, 12-30). El próximo domingo seguiremos a San Pablo, en la lectura de su primera carta a los Corintios, en su “himno a la Caridad”, mostrándonos el “camino mejor”: Ambicionando los mejores “carismas”, llegar a poseer el más excelso: el del AMOR. Hoy vamos tomando conciencia del CUERPO que estamos llamados a ser en Cristo; Cuerpo, LA IGLESIA, en el que todos somos necesarios, pero en el que todos también necesitamos a los demás.

Como Iglesia, somos la prolongación del Misterio de Cristo: Somos su Cuerpo visible. Por lo tanto, también tenemos la misión de hacer visible y sensible a los hombres de nuestro tiempo la presencia y la acción iluminadora y sanadora de Cristo: Que vino a dar la buena nueva a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos, a dar la vista a los ciegos, la libertad a los oprimidos e inaugurar el año de gracia del Señor.