– 10 de octubre de 2021 –
Padre Joaquín Rodríguez
Queridos hermanos:
En el Evangelio de hoy Jesucristo nos invita a “venderlo” todo para poder entrar en la vida eterna. Usualmente interpretamos esta exigencia como una opción radical necesaria a la respuesta a la vocación; vocación que solemos interpretar como llamada a la vida consagrada en la Iglesia y, en algún caso excepcional, la vocación de alguien muy rico a quien Dios ha escogido para una gran obra en el mundo; todo esto con un aire de novela y fantasía que, al final, queda lejos de la realidad de nuestras propias vidas.
Sin embargo, si bien puede reflejar esta llamada de Jesús ese aspecto de la vocación en la vida de cualquier cristiano, es también una imagen con valor universal: La vida cristiana es, en sí misma, una vocación y, para entender el Evangelio y ponerlo por obra, es necesario renunciar a la vida anterior con todas sus ataduras. De modo que una interpretación a ese nivel no estaría ajena a la intención del que llama, tampoco desvirtuaría la disponibilidad y generosidad del que es llamado. Tradicionalmente hemos tomado el tema en esa dirección.
Hoy, la primera lectura nos ayuda a comprender que, el buscar la Sabiduría constituye la mejor cualidad del hombre (Sabiduría 7, 7-11). Para nosotros, la Sabiduría tiene un nombre: Jesucristo. Por eso Jesús es el único que puede exigir a un hombre que lo deje todo para seguirle como lo hace en el evangelio (Marcos 10, 17-30). Además, El es el único que puede dar la fuerza necesaria para responder a su llamamiento.
La epístola nos revela hasta qué punto puede ser eficaz ese llamamiento: la palabra de Dios es una fuerza viva, una luz y un atractivo al mismo tiempo, que penetra hasta lo más profundo del alma (Hebreos 4, 12-13).
Lo que no salta a la vista en el Evangelio del día y, sin embargo, resulta la verdadera pista que nos lleva a hacer una opción en profundidad, es el resultado de la renuncia que nos propone Jesús, y que consiste en la “libertad”. Para seguir a Cristo, para entender su mensaje, para reconocer qué fuerza es capaz de “robarnos” el corazón: debemos ser LIBRES.
Ahí está la clave de todo en el asunto de “alcanzar la vida eterna”; vida que no es sólo un “vislumbre de la eternidad”, sino que es la VIDA YA, AHORA, y con toda la felicidad que nos haga capaces de verla como nuestra única ganancia, nuestro único TESORO; para que podamos poner en él nuestro corazón y estimar todo lo demás como pérdida. Sólo Cristo puede colmar nuestra ansia de eternidad, de lo ETERNO; sólo El puede darnos la fuerza para renunciar a lo que, en realidad, constituye el lastre que nos impide ser completamente suyos, enteramente de Dios.