22 de agosto de 2021 –

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos hermanos:

“Nosotros creemos”: Con estas palabras resume Pedro su razón y, con él, la de los “doce”, para “quedarse” con Jesús. La Fe verdadera supera al conocimiento y a la experiencia; partimos desde la Fe y, luego, guiados por el Espíritu, alcanzamos ese “conocimiento” superior necesario para optar por Cristo.

El discurso del pan de la vida termina con una opción: aceptar o no las palabras de Cristo, seguirlo o dejarlo (Juan 6, 60-69). -La libertad en que Jesús deja a los discípulos para decidirse recuerda la actuación de Josué en la asamblea de Siquén (Josué 24, 1-2ª.15-17.18b); la fe es una gracia de Dios con la que se puede cooperar, pero no imponer. – Cuando se nos presenta el cuerpo de Cristo en la comunión, hemos de decir con fe “Amén”, y esto lo hacemos movidos por el Espíritu Santo.

San Pablo ve en el amor de los esposos el signo del amor de Cristo para con su Iglesia, pero también pone este mismo amor de Cristo, que llegó hasta la cruz, como el modelo del amor humano (Efesios 5, 21-32). La relación matrimonial con la entrega mutua de los esposos encierra un mensaje o plan de Dios que ahora se ha revelado al contemplarse la relación de Cristo con la Iglesia. Para todos ha de servir de norma suprema el amor sacrificado de Jesucristo. La condición de la mujer en la sociedad y, por tanto, en la familia de entonces es compensada en la enseñanza del Apóstol, que pone el acento en la entrega y renuncia sacrificial (como Cristo) que pide a los maridos.

Pudiéramos pensar que el tema conyugal representa una distracción del tema central del Evangelio del día y de la lectura de Josué, pero en realidad resulta complementaria y más, ya que el tema del matrimonio nos es presentado poniendo el acento en el amor esponsal. Este tema abunda en el Antiguo Testamento como un lenguaje muy apropiado para mostrarnos el amor de predilección de Dios por su Pueblo elegido. Cristo asumirá la imagen presentándose como el novio, en sus parábolas y asumiendo la entrega sacrificial del Esposo místico de la humanidad.

Después de veinte siglos de práctica “Eucarístico-Sacramental” de la Iglesia, y conociendo los efectos de la celebración y la vivencia de la Iglesia, a nosotros no nos escandalizan las palabras “duras de aceptar” de Jesús. Sabemos que El es ese Pan de Vida que prometió darnos, y sabemos que esa “carne verdadera” y “sangre como verdadera bebida” nos son entregados cada día en el sacramento eucarístico.