“Domingo de la expansión misionera”.

                                          (17 de mayo de 2020)

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos hermanos:

Acercándonos a la solemnidad de la Ascensión y Pentecostés, las lecturas de la Misa nos van presentando más cercano el tiempo del Espíritu y la misión que resulta de la efusión del “Don de lo alto”, como lo ha llamado Jesús. Muchos nombres y alabanzas necesitamos pronunciar para definir ese don inefable, a la vez que decisivo para la Iglesia, que es el Espíritu Santo. El es el “alma de la Iglesia naciente”, el que nos infunde la sabiduría de lo alto, quien nos consuela y fortalece; en fin, el dador de todos los dones de Dios, dones necesarios a la Iglesia en su mismo ser y para la misión para la que ha sido instituida.

En la primera lectura (Hechos 8, 5-8.14-17) asistimos a la expansión misionera de la Iglesia: la fe cristiana anunciada por el diácono Felipe, ha conquistado Samaría, y Pedro y Juan son enviados allí para confirmar a la nueva comunidad mediante la imposición de las manos y el don del Espíritu. -En el evangelio (Juan 14, 15-21), refiere San Juan las palabras con que Jesús les prometió enviarles su Espíritu. -En la segunda lectura (I Pedro 3, 15-18) San Pedro nos exhorta a vivir el misterio pascual de Cristo quien, “muriendo en la carne, volvió a la vida por el Espíritu”.

Siempre es saludable refrescar la memoria eclesial con estos textos de tan fuerte sabor pascual y, a la vez, tan llenos de la espontaneidad creativa de los apóstoles y los demás discípulos de entre quienes van surgiendo, urgidos por los reclamos evangelizadores y las necesidades de la creciente “comunidad de los creyentes”, los ministerios ordenados y los carismas que el Espíritu derrama abundantemente sobre su Iglesia. Inclusive las persecuciones, que nunca le faltan a la Iglesia de Cristo, producen resultados evangelizadores y apostólicos.

Esa expansión misionera a la que nos referimos en el enunciado de este sexto domingo, ocurre acicateada por la persecución a continuación de la muerte de San Esteban, el diácono protomártir de la Iglesia. -Pedro y Juan, los apóstoles, son enviados por la Iglesia de Jerusalén a Samaría, donde el diácono Felipe ha predicado la fe con gran éxito y acierto. La Iglesia “jerárquica” es también horizontal, flexibilidad que la hace más adaptable y eficaz en la misión; lección que los cristianos de todos los tiempos, sobre todo los pastores, debemos tener muy presente para evitar el anquilosamiento y envejecimiento de las estructuras apostólico-pastorales.

El evangelio del día, tomado del discurso u oración sacerdotal de Jesús en la última Cena con sus discípulos, donde instituyó la Eucaristía y nos entregó el “mandamiento nuevo”, contiene la promesa de “pedir al Padre que nos dé otro Defensor”; ése es el Espíritu Santo. Quizá podamos ver en este texto el verdadero corazón de esta oración-discurso, en la que Jesús vuelca su corazón amante en la intimidad con los “suyos que quedan en el mundo” a la vez que los encomienda al Padre. Meditar esas palabras nos llevará a la profundidad del Corazón de Cristo, y nos acercará al conocimiento de su intención y propósito al llamarnos a ser de los suyos, y encomendarnos la misión del Reino de los Cielos en el tiempo de ese Reino en la Tierra.