José Martí, Cuba

 

Quiero, a la sombra de un ala,

contar este cuento en flor:

la niña de Guatemala,

la que se murió de amor.

 

Eran de lirios los ramos;

y las orlas de reseda

y de jazmín; la enterramos

en una caja de seda…

 

Ella dio al desmemoriado

una almohadilla de olor;

él volvió, volvió casado;

ella se murió de amor.

 

Iban cargándola en andas

obispos y embajadores;

detrás iba el pueblo en tandas,

todo cargado de flores…

 

Ella, por volverlo a ver,

salió a verlo al mirador;

él volvió con su mujer,

ella se murió de amor.

 

Como de bronce candente,

al beso de despedida,

era su frente -¡la frente

que más he amado en mi vida!…

 

Se entró de tarde en el río,

la sacó muerta el doctor;

dicen que murió de frío,

yo sé que murió de amor.

 

Allí, en la bóveda helada,

la pusieron en dos bancos:

besé su mano afilada,

besé sus zapatos blancos.

 

Callado, al oscurecer,

me llamó el enterrador;

nunca más he vuelto a ver

a la que murió de amor.