Por Nacho Otero

 

El 2 de septiembre de 31 a.C., Octavio derrotó a Marco Antonio y Cleopatra en la batalla naval de Accio y precipitó así el trágico fin de los esposos y aliados.

La célebre batalla de Accio o Actium se inscribe en el contexto de las guerras civiles entre facciones de la República de Roma tras el asesinato de Julio César. Hacia el año 32 a.C. esas guerras se redujeron a un enfrentamiento entre dos poderosos aristócratas romanos y sus seguidores: el heredero de César, Cayo Julio César Octavio -conocido para los historiadores modernos como Octavio Augusto y que sería el primer emperador de Roma, pero al que por entonces se denominaba Octaviano-, pugnó por el poder absoluto con el que fuera mano derecha de César, Marco Antonio. Y éste no estuvo solo en el combate: lo acompañó su aliada, amante y más tarde esposa Cleopatra VII, la más famosa reina de Egipto.

Aparte de su rivalidad política, la relación personal entre Octavio y Marco Antonio tampoco era buena, y acabó de agriarla el hecho de que el segundo repudiara como esposa a la hermana del primero, Octavia -en efecto, eran cuñados-, tras enamorarse de Cleopatra y casarse con ella en Alejandría. Por si le faltara algo a este histórico culebrón, hay que recordar que, previamente, la mítica reina egipcia había sido asimismo amante y compañera de Julio César, con quien concibió un hijo, Ptolomeo XV, más conocido como Cesarión (pequeño César). En el momento álgido de las hostilidades, Octavio controlaba la mitad occidental de los dominios de Roma, y Antonio la oriental. El choque en el Mediterráneo se hacía inevitable.

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