−Año 1762−

 

La toma de La Habana por los ingleses en 1762, fue uno de los acontecimientos más importantes de la segunda mitad del siglo XVIII para Cuba, la región del Caribe y el Hemisferio Occidental.

El 6 de junio se presenta frente a La Habana la flota comandada por el almirante George Pocock y el conde de Albemarle, desplegando la mayor parte de sus naves de guerra a la entrada de la bahía, pero manteniéndose a una prudencial distancia de la artillería del Morro.

La toma de La Habana fue una consecuencia de la Guerra de los siete años, librada entre Inglaterra y Francia, a la que entra España en junio 1762 debido a los pactos de familia entre los tronos ibéricos y franceses.

Parece ser que al menos desde el siglo XVII los ingleses deseaban apoderarse de Cuba, pues la isla era un excelente punto estratégico para la navegación y el control militar del Hemisferio Occidental.

Pero, en mayo 1762, la flota inglesa ya se encuentra a la altura de las Bahamas, lista para el ataque con unos 53 buques de guerra, barcos hospitales, y de carga, además de las embarcaciones dedicadas al transporte de unos 15 000 soldados. En total eran unos 25 000 hombres los que participaban en la operación.

La presencia de la escuadra inglesa frente a La Habana el 6 de junio sorprendió a las autoridades españolas, a pesar de que en el puerto había anclados catorce buques de guerra que venían a representar una quinta parte de las fuerzas navales de España.

Al aproximarse la poderosa escuadra inglesa, el gobernador de la isla, Prado Portocarrero, adoptó con celeridad las medidas de ocupar La Cabaña, enviar tropas a Cojímar y poner en pie de guerra a todos los pobladores y, para impedir que penetraran buques enemigos, fue cerrada la entrada del puerto con cadenas y hundidas tres embarcaciones con el objeto de que sirviera de obstáculo a los hijos de la Pérfida Albión.

Pero los ingleses, que serían pérfidos pero no tontos, habían estudiado concienzudamente La Habana antes de atacarla en 1762, y por lo mismo estaban muy al tanto de los puntos flojos de su defensa debido a un minucioso informe de su topografía y de sus fuertes. Informe rendido por el almirante Charles Knowles, gobernador de Jamaica, quien visitó la urbe capitalina, en 1756, en viaje a Inglaterra, en tiempos mejores para las relaciones entre Inglaterra y España.

Ateniéndose a las recomendaciones del gobernador devenido espía, quien había señalado la imposibilidad de forzar directamente la entrada del puerto y las ventajas de dominar la loma de la Cabaña, las tropas invasoras desembarcaron por la zona de Cojímar, mientras una parte marchó a Guanabacoa y la otra hacia la alturas señalada -aún sin fortificar— con el fin de hostigar la ciudad y atacar al cercano Castillo de los Tres Reyes del Morro.

La acción de guerra, que representó la mayor movilización militar y naval de toda la historia americana hasta el siglo XIX, se inicia el 7 de junio cuando los ingleses comenzaron el ataque por Cojímar y Bacuranao para tomar Guanabacoa, ocupando además la Cabaña, para el día 27 de ese mismo mes arribar con sus primeras fuerzas hasta el foso del Morro. Pero no seria fácil, de ese punto en adelante se desarrolló una tenaz resistencia hasta que, dos días después, explotó la mina que había sido colocada por los zapadores de la armada inglesa y, por la brecha abierta, entraron a tropel cinco regimientos que durante una hora combatieron cuerpo a cuerpo hasta que la fortaleza quedó dominada, el 30 de julio de 1762.

El 11 de agosto comenzó el ataque a la ciudad y al día siguiente se firmó el acta de capitulación, luego de una feroz escabechina que dejó 5 000 muertos por la parte británica y 3 700 por la parte española.

En la defensa de El Morro se destacó sobremanera el capitán de navío Luis de Velasco, quien la dirigió desde el inicio de las acciones y había logrado, no solo resistir durante más de un mes el intenso bombardeo, sino causar graves daños a algunas de las embarcaciones enemigas y realizar salidas exitosas con pérdidas en hombres y pertrechos para los sitiadores. Velasco murió a consecuencia de las heridas sufridas el 30 de julio, y ese mismo día también falleció su segundo, el marqués González. Tras la caída de El Morro la ciudad no resistió muchos días.

Durante las acciones del sitio de La Habana, las autoridades españolas cometieron múltiples errores, como el abandono de La Cabaña, que era sitio de fácil defensa, y el hundimiento de tres embarcaciones a la entrada de la bahía para impedir que fuera forzada la entrada, pero que al mismo tiempo inhabilitó a la escuadra española surta en el puerto para las acciones navales.

Se ha popularizado mucho hasta convertirla en leyenda, propaganda interesada y posterior por parte de los liberales criollos que aspiraban a la autonomía, primero, y a la independencia, después, la resistencia desarrollada por las milicias de lugareños que habrían tenido acciones destacadas, compuestas por hombres como el regidor de Guanabacoa, José Antonio Gómez de Bullones —Pepe Antonio—, Luis de Aguiar, Agustín de Cárdenas y Laureano Chacón, pero, en verdad estas fueron acciones sin peso dentro de la trama militar y que, si alguna importancia tuvieron, sería más bien dentro de lo folclórico que halaga al ego de lo patriótico isleño.

No obstante, tanto los errores españoles como el alarde miliciano de los lugareños, así como la ineptitud del mando militar, permitieron después a los criollos exaltar su papel en la defensa y contraponerla al supuesto desinterés de los españoles, a quienes se llegó a acusar de traición.

La ocupación inglesa se extendió hasta el 6 de julio de 1763, cuando en virtud del Tratado de París se restauró la soberanía española pero, en la práctica, el dominio británico solo se ejerció formalmente en la jurisdicción de La Habana y, de hecho, la capital militar y política de la isla comenzó a regir desde la Fortaleza de Nuestra Señora de los Ángeles de Xagua, en las cercanías de lo que después, en el siglo XIX, sería la ciudad de Cienfuegos.

Durante los once meses que duró la ocupación británica, se incrementó la entrada de esclavos provenientes de las colonias inglesas, lo cual favoreció la actividad agrícola, y se desarrolló también un li bre y activo comercio, circunstancias que, años después, permitieron a Francisco de Arango y Parreño, la mente más brillante de Cuba al decir del historiador Manuel Moreno Fraginals, en consonancia con los intereses azucareros que defendía, evaluar la ocupación inglesa como el momento en que se inició la verdadera prosperidad de La Habana.

La toma de La Habana por los ingleses en 1762, fue uno de los acontecimientos más importantes de la segunda mitad del siglo XVIII en Cuba, la región del Caribe y el Hemisferio Occidental, dando inicio a una ocupación británica en la isla que puso en peligro el equilibrio del imperio colonial español y, por otro lado, sirvió de punto de partida para un revisión de la estrategia defensiva del área, lo que se concretaría en una serie de reformas de la índole del liberalismo ilustrado que, dicho sea de paso, ejercieron gran influencia en el advenimiento de los acontecimientos históricos posteriores en esa isla.

Aunque parece ser que hubo una determinada resistencia popular al establecimiento del poder inglés sobre la isla (los habaneros nombraban despectivamente casacas rojas a los soldados de ocupación y, cuenta la leyenda, les ofrecían platanitos maduros después de darles leche de vaca, en la ingenua creencia de que así los envenenarían), lo cierto es que al presente, más de dos siglos después, muchos en esa la isla se lamentan amargamente de no hablar inglés, de no ser súbditos de su Majestad la reina Isabel II (misma que acaba de celebrar su jubileo debido a las seis décadas de su reinado), de no ser prósperos y de no ser libres, todo ello a consecuencia, aseguran, de lo que consideran una soberana, incomprensible estupidez por parte de los pragmáticos británicos: El haber cambiado la luminosa Habana de aquel tiempo por los infectos pantanos de la Florida.

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